«Somos únicos, no perfectos, y parecemos destinados a conocer
brevemente todo lo que existe, solo para convertirlo en pan». ─ Mark Nepo.
Narrar nuestros pasos requiere más creatividad que memoria; al
fin y al cabo, lo que creemos ver hoy cuando nos situamos frente a un espejo,
no es el reflejo nítido ni estático de lo que hemos llegado a ser como resultado
de la acumulación de experiencias, sino la evolución de un puñado de recuerdos
que, con el paso del tiempo, han ido mudando de apariencia bajo la luz de nuevas
huellas. La historia que seamos capaces de componer con todos esos retazos
mutantes de subjetividad, será siempre nuestro punto de partida.
Existen tantas realidades como observadores; poseemos tantas
biografías como puntos de vista seamos capaces de adoptar. Lo importante
no es tanto querer ser fieles a la verdad como saber extraer el material
esencial de lo vivido y moldear con ello piezas únicas que regalen valor y
significado (a nosotros y a los demás).
Mi niñez transitó alternando entre dos zonas bien
diferenciadas: una en la que vivía con miedo y otra en la que me encontraba a
salvo.
Recuerdo sentirme seguro cuando me mantenía cerca de los lugares donde
flotaban el olor y el ajetreo de mi madre, siguiendo el rastro de la voz de mi
padre dando vida a las viñetas de los cómics que me leía o siendo el
eco de la risa de mi abuelo cuando jugaba con él a las cartas. También los
sábados a la hora de comer, delante de un plato de puchero, y en la biblioteca
de al lado de mi casa, donde pasaba la mayor parte de las tardes yendo y
viniendo de las estanterías, repletas de aventuras, hasta que tuve suficiente
edad para acceder a un carnet de usuario.
A partir de ahí, mi zona de sentirme a salvo se amplió a todos aquellos lugares donde podía llevar un libro conmigo. El resto del tiempo vivía más o menos asustado sin entender muy bien el motivo.
A partir de ahí, mi zona de sentirme a salvo se amplió a todos aquellos lugares donde podía llevar un libro conmigo. El resto del tiempo vivía más o menos asustado sin entender muy bien el motivo.
Cuando mi abuelo murió, una riada se tragó casi toda la
tierra firme. El miedo aumentó. La muerte me dio a entender que los lugares que
había convertido en refugio debían desaparecer algún día. Los olores, las
voces, los juegos de cartas, el almuerzo de los sábados...(los libros son los
únicos que nunca fallan).
Comprendí que tenía que encontrar un lugar más alto dentro de mí al que regresar cada vez que mis pies se hundiesen en los lodos de mis pensamientos.
Comprendí que tenía que encontrar un lugar más alto dentro de mí al que regresar cada vez que mis pies se hundiesen en los lodos de mis pensamientos.
En este punto comenzó mi segunda vida; la de explorador
interno; la de constructor de puentes entre mis temores y el silencio que
habita en el centro de cada uno de nosotros; la de rescatador de las sombras
sin las cuales no podremos llegar a ser nunca seres completos. A eso he dedicado mi
vida, y a compartir lo que voy encontrando en el camino.
Esta es una de mis breves biografías.
«Estamos aquí para vivir en voz alta». ─ Honoré de Balzac.
Te amo. Una biografía muy reducida ya que habrás vivido tantas y tantas experiencias .tu vida hoy en día es resultado de todo lo que has trabajado en tu interior casi desde niño .naciste para esto ,para dar amor y dejarte amar . Yo he sentido tu amor desde que te conocí virtualmente y en esos abrazos que no nos dimos un día y q jamás olvidó !! Besitos mi Juan .Dios te dé una larga vida hermosa y llena de amor
ResponderEliminarCorrijo" quise decir. Los abrazos que sii nos dimos jajajaja y faltan más !!
ResponderEliminarTe entendí..jaja
EliminarPrecioso y preciso como siempre! y que sigan más aventuras...
ResponderEliminarGracias, querida Zully!!
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